miércoles, 23 de septiembre de 2015

La hora sumamente crítica


La hora sumamente crítica


Es una hora sumamente crítica, los eventos subsecuentes entre el pasado y el futuro de Honduras son cada vez más delicados, secretos, ansiosos. Se nota en el aire, se siente en las miradas, cada hondureño quiere demostrar su derecho y deber patriótico. El ser humano hondureño es y será por excelencia hipócritamente correcto. Somos una cultura del deporte, somos una cultura abierta, positiva, negativa ambivalentemente. Aristocrática e indecentemente política. Como digo yo: El Hombre Hondureño quiere ver lo que los demás desean, no con criterio propio y diversidad humana; a la cual se le ha proporcionado. Después de muchas anotaciones mentales, al final del camino sinuoso, transparente verdadero de lo esencial en el Hondureño; y que veo enfrente de mi realidad hondureña, llevo una idea sembrada en mi ser, como si silbara a una frecuencia suprema, Una que supera a la Revolución Francesa, una idea pacifica, un sueño de ver la verdadera “Igualdad”, “Fraternidad”, “Libertad”, el respeto mutuo. Es como si fuera una regresión cultural para aprender a querer a tu prójimo, compatriota, vecino, y persona a la cual dices ayudar si necesita de tu ayuda. Si esta en tus manos hacerlo.

Es una día caluroso, extremo en estrés. Las horas se asustan de los acontecimientos revelados en el cual la humanidad en el Universo de Honduras se condensara en una extrema polución de suciedad, política, hipocresía, un Espíritu que la Tierra no soporta, no tolera, no es ni importante en el ciclo de cada ser humano. Pero el Hombre persiste, reniega y una vez clama su penoso afán de “independencia” dictada en un teatro por titiriteros invisibles a ellos. Los hombres en busca del Poder Absoluto que corrompe, arrogancia absoluta, no entienden este día. A pesar de infructuosos esfuerzos por cambiar tendencia ya arraigada, continúa su consciente peripecia, no comprendo mi país cada cuatro años, en los cuales se pregona “Democracia”, “Igualdad”, Civismo Patriótico”. Es un dia común y corriente: Pero cada Hondureño se empeña en pertenecer a las poderosas masas; que se dejan subyugar por las débiles Elites. Los Poderes Absolutos rugen este día, se preparan para su nuevo proceso, coronar un Nuevo Títere, gritar a los Cuatro Vientos Cardinales su hegemonía.
En medio de muchas tragedias sinuosas, el camino se volvió el mismo, matanzas, muertes ignoradas, desastres ecológicos, ignominiosas obras políticas, opulencia, y no faltara nunca la alcurnia por excelencia. Soy un Hondureño indigno no merezco vivir en Honduras. Los políticos destruyen y malintencionan mi tierra, la explotan, la venden, alquilan, eximen de impuestos, ofrecen pre-vendas, contratos amañados, votos comprados, puestos en los escaños vendidos, fiscales , jueces, magistrados, todos chupando de la teta del Poder corrupto y absoluto. Son las horas mas criticas, mas relevantes para las masas, su increíble ignorancia los exime de culpabilidad. Nunca en mi vida he desperdiciado mi voto, nunca en mi vida he confiado en algún político, nunca he manchado mi consciencia en el dedo meñique, por que he dado mi voto a esta tierra mía, los últimos diez años de mi vida os he dedicado a saber como ayudar, escuchar, y no tener prejuicios injustificados, he tolerado la violencia Hondureña, atestiguado hechos insólitos, que solo en nuestras condenadas y fastidiadas fronteras sucede. En medio de tanta negligencia humana, cerrar tus ojos a tu realidad, tu verdadero presente: Es tu peor error.
mis años siendo Hondureño común y corriente, terminaron cuando desperté de mi aletargado sueño, que ignoraba mi realidad, mi Universo , mi verdadero presente, lo esencial de ser Hondureño. Me canse de ver a mis compatriotas clavar en el mismo madero a los nuestros, nuestra estirpe compatriota, la persona que va a tu lado, la que ves en el camino cruzando el semáforo, si ese prójimo que ves por dos segundos y después ignoras su existencia, la chica de ojos miel que te sonríe solo por que es miércoles, el viejo en el parque que te dice ¡Buenos días!, con educación humilde.

He me aquí pensando en todas estas palabras negativas tanto como lúcidas, es 30 de Septiembre del 2013, y las horas son las menos apropiadas para desear hacer un cambio, pero como dice un amigo: “HACELO PUE”. Me levanto de mi cama, en lo que casi son las cero horas de este dia que no termina todavía, pienso en que haré como ayudare a mis compatriotas. Dentro de mí se que tengo que ver la realidad por mi propia cuenta, ver sufrir como lo hacen los humildes, donde la Vida y La Muerte tienen su aduana; sin pensarlo más, cautelosa y penosamente me escabullo al Mario Catarino Rivas. El lugar más ignorado por los políticos, de camino a mi aventura nocturna, veo como automóviles con féretros desfilan, cada uno con su dolor en los rostros y ojos de cada hombre físicamente capacitados para soportar el peso muerto de un alma que ya no es, sino mas bien, yace en un espacio comprado en una funeraria ignorante de su muerte particular, desde ese momento sé que las cosas no están bien en mi país, que alguien hace lo que no debe. Siento una Ira injusta, una que no puede cambiar con desear los hechos que mis ojos lloran sin querer; ¿Qué es lo que veo?, gente dormida en el suelo, por que su pariente no sabia que el semáforo estaba en rojo cuando cruzo la calle. Niños durmiendo en el seno de sus madres que los consuelan con un dulce que compraron en la chiclera de enfrente, hombres sin conciencia vendiendo cigarros a los que por ansiedad involuntaria adquirieron cuando su padre se enfermo de cáncer de estomago, como tal cual Padre, trabajaría turnos dobles para pagar su responsabilidad con los suyos, hasta sacrificando su comida merecida como asalariado que es. O la Señora que gasta saldo llamando a los familiares, que su Madre a muerto por que el seguro no cubria las medicinas que hace tres semanas tenían que evitarle una muerte involuntaria que no deseaba(Nadie lo desea).
Mis pasos me llevan a donde las “Emergencias son atendidas”, donde los quejas se vuelven una sinfonía de Wagner; se encuentran jóvenes tertuliando sus mejores experiencias con algún paciente que ya no recuerdan, solamente reconocen por numero de folio, y viñeta en la muñeca derecha. Sigo mi peripecia a través de salones llenos de prójimos mios sufriendo su humanidad, llamando el Nombre de Dios, Jehova; como si decirlo hasta ese momento solucionara los dolores. Pero que en realidad siempre ha estado allí sufriendo la agonía de muchos, y mas de los que sufren en su Nombre. Casualmente visito el área de los niños, y mi rostro inmediatamente llora sin querer, sufre sin sentir dolor físico alguno. Y me pregunto a mi ser impotente, como hacer para no dilucidar las lagrimas en mi corazón. Observo la maquina artificial en una cama al fondo de cuidados intensivos, luchando por recuperar el aliento después de cada latido en un niño jadeando por la vida, respirando una esperanza que solo fuerzas celestiales saben de lo consciente que este se siente. Como esa pregunta que al final de la cual todos sabemos respuesta, y el niño pregunta en su mente inocente: ¿Por qué Yo?... ¿Por qué Yo?.
Sigo con mi indómita Ira, no me recupero del frenesí que me provoca tanto sufrimiento, discurro entre los distintos cuartos del Hospital, me llevo la mano a la boca para no vomitar, el olor de podredumbre, la cabeza me da vueltas. Y para comenzar mi verdadero milagro. Atestiguo la insólita, triste realidad que colmo mi paciencia, una joven que no podía usar el elevador por estar en mal estado, ya que en el Congreso dicen “No hay presupuesto”. Nunca olvidare eso nombre prensado en su camisa de color Azul celeste, Dayana Castellanos, Doctora graduada para ver nacer el futuro de mi tierra, mi país, mi lastimado país; donde el Hombre Hondureño hace su voluntad arraigada para lastimar mas. Ella lucha entre el segundo piso de las gradas de servicio para levantar el carrito que lleva con afán entre cada grada, pujando con insistencia para no lastimar a la bebe mas tierna, sin culpa y recién bienvenida a esta tierra mía. Ella la inocente amapola, como la llamo yo, respira con fatiga, nació débil, pero con la fuerza y voluntad de una guerrera aguanta el trajín, aguanta la agitación del carrito que la Doctora sin querer lucha por llevar inmediatamente a la Sala de recién nacidos, donde todos ellos respiran el mismo sufrimiento, y se quejan de la misma razón.
Mis pies actuaron inconscientemente, impelidos por la rapidez de una gacela, tomo el carrito, levanto con la sutileza de un mayordomo la criatura, la inocente amapola, que me mira, me observa, y juro que en ese momento sentí su infinito agradecimiento. Era la hora siguiente en donde no te das cuenta de que día es, y en realidad no me importaba, justo al lado mio, una orgullosa abuela aprueba mi ímpetu, y mi carácter desarrolla su mas voluntariosa obra. Como si eso fuera lo único que pudiera hacer, entre tanta aglomeración de almas sufriendo tantos ¡Ayes!.

Me siento ligero, no me importa el sudor que se pincha en mis ojos, o el moretón que me dejo el metal por cargarlo hasta el cuarto piso, ni siquiera pienso en por que lo hago, solamente me dirijo y obedezco las instrucciones de Dayana, joven con lentes, cabello amarrado con la apropiada modestia higiénica. Así como tanto luchamos juntos, tanto como buscamos una solución, debido a la puerta de vidrio que cerrada con llave; injustamente nos señala que no podemos proseguir con nuestra peripecia de preocupaciones hacia la inocente amapola, ya que la guardia en turno Sierra Delta, disfruta de las horas de sueño que cobra de mala gana en el Banco cada quince días, en los que quince minutos después aparece con la cara marcada por la silla donde durmió sin cargo de consciencia, abre y sin saludarla mutuamente la enfermera y yo, concentrados en como llevar a la inocente amapola, a la sala donde mas como ella le esperan escuchar llorar también. Nunca olvidare la mirada de Dayana; como si en mi viera alguien que ya no existe en estos contextos abrumadores de impotencia voluntariosa, como el caballero sin espada y escudo que se defiende con lo único que tiene: resiliencia.

Es de madrugada, mis ojos no se sienten cansados, me despido con la mirada de la inocente amapola, su abuela atenta escucha a la enfermera encargada; que materiales de cuidado debe traer ya que el Hospital no cuenta con el. Dayana, me pregunta quien soy, cree que soy el Padre de la bebe. Y yo solo pude musitar, No; soy un Hondureño decepcionado, solamente un Hondureño que se extinge entre los milagros, con una lagrima saliendo de mi rostro triste e impotente.