Viernes, 15 de abril. Llueve sin arrepentirse
Los pies helados en el piso de madera crujiendo del frió bailando fuera de estas paredes, pero no importa necesito escribirte esto.
Gustavo; el pasado viernes se secaron los narcisos que Martita me envió desde la semana pasada. Ese día estaba lloviendo macizo como si las gotas violentaran la misma tierra, le dije - Martita, métete antes que te golpeen estas ninfas enojadas. Ella sonrió sin contestar nada.
Pero si se sonrojo de alguna manera creo yo.
Cuando todavía el techo gritaba loco el ardor mojado, con toda confianza recogió una toalla que yo descarte después de tomar una ducha. Eso si me sorprendió, en serio no pensé que fuera tan confianzuda. Pero no importa( la levedad de estar allí, así fue mágico). Me decía cosas pero no lograba escuchar nada lo decía bajito a propósito helando mas la voz dulce que tiene ella; me acerque sudando fresco del vapor, su aroma de mujer impregno el espacio entre un magnetismo aurora. Pensarías que fue una locura, nunca nadie esperaba, ni yo que la introvertida Martita socavara sin perdón inocente su virginal existir. Sentí sus ojos, su sonrisa especulativa, el brillo violeta de su pecho.
- Me gusta tu aroma límpida y fugaz. Lo dijo sin vacilar, muy cerca, mas cerca, demasiado cerca, rompí en temblores fulgurantes.
- Afuera todavía están los narcisos mojándose sin gritar nada, solo pintar alegría.
Te los devolví para que los miraras conmigo. Para que vieras lo feliz que soy de verlos contigo.
- De verdad, lo creo así.
- No hay nadie ¿verdad?
- No, ¿Por qué?
- Gustavo, ¡te lo juro! Fueron los segundos mas bastardos de mi vida.
Me tomo de la mano, vale mas que ya tenia el pantalón puesto. y la camisa en mano sino a saber que hubiera pasado, con el cabello medio mareado de tanto que pasó. A veces pienso que solo hay que estar allí, escuchar, callar las palabras simplonas que se nos salen. Ella me dijo todo lo que nunca pensé que diría. Sentados en el sofá de papá, donde el toma sus libros y lee hasta que ya no tiene café. Y que otras solo toma vino y mira el horizonte de la ventana ancha y clara de casa, como oleo distinto de todos los días monótonos que fluyen ajenos sin que nadie este aquí. Nunca lo había notado, sino fuera por Martita.
Hasta ese momento, su voz existió para mi, su cabello indómito de estar quieto, sus manos juguetonas con los ademanes cuando habla, el lunar, el otro lunar, y mientras ella habla te lo juro que no puedo evitar no ver su mirada sincera, el aire de confianza que ahora existe, y me implora, no te distraigas; su blusa medio húmeda, el perfume, sus pies cómodamente estirados en la mesa de vidrio rellena de fotos históricamente intimas de familia, primos, abuelos que no conocí, y nos escuchan vivos en sus fiestas congeladas, sus reuniones de domingo con carne y humo de carbón recién encendido.
Escampó, todavía seguíamos allí, ¿No se que paso?
Yo antes se que seguiría mi brutal maña de enamorar, pero no. En vez de eso, sentí la epifanía mas nítida de toda mi puta vida de protohombre. Comprendí la metáfora de los narcisos, por que ella estaba allí contándome su vida, sus problemas, el silencio que guardaba desde que yo le hable en clase de Historia, donde el Profe hablaba sin parar y no me daba cuenta que ella me miraba de atrás. Porque nunca decía nada enfrente mio, por que sonreía cuando me miraba con la camisa amarilla. Fuimos juntos una metáfora, lenta metáfora, ella era el agua, y yo los narcisos, el aroma mezclado entre su perfume violeta y mi fugaz aroma. -Gustavo...
Me enamoré sin palabras que decir, sin besos que sentir, y cuando nos miramos, entendimos la espera, el silencio, la ignorancia, los martes de pizza con los amigos, y el pedazo de pizza que siempre nos peleábamos.
Gustavo, soy feliz viejo, ayer la vi. Con sus disparates de niña precoz, y no la olvido, y pensar ya no está, que solo me dejo sus narcisos. Su pulsera amarilla, y unos cuantos confites de los que ella hace. No soporto esto. Me voy, para nunca mas vivir aquí. Resiento su dulzura animada, sus labios palpitando rojo veloz, su cabello olor de menta sin madurar, los mensajitos detrás de los cuadernos de historia. Sus imposibles versos cargados de sarcasmo modular. El precio de sus miradas, el combo entero de abrazos. Los punzantes deditos en mis manos. Cuando paso todo y nada permanece.
Se fue a Italia haciendo un intercambio en la Escuela de Danza Contemporánea.
Ya compre el boleto, mañana me voy. Decíle a mamá cuando llegue que le dejé la llave debajo del enano. No espero seguir esperando aqui.
El viento vibra y algo lleva.
Te quiero hermano
Saludos, tu insoportable hermano menor Farenec.