En la avenida de los ciegos,
Los boleros sin cuerdas vocales
Golpean sus vidas.
Agitando el viento escondido,
En el cuerpo desnudo
De cien acordes joviales.
En el charco negro y blanco
Chapotea su sonrisa,
la bailarina nocturna vestida de alegría.
El humo condensado que resiste el frío,
sonoro se pierde con olor a ciudad gris.
El martillazo de mi corazón lanza un rugido de leones.
La chicha es buena compañera,
cuando las manos sudaron callos en piel obrera.
En la Avenida de los ciegos todo existe, menos la tristeza.
En la avenida de los ciegos el pueblo goza,
mientras los libros se queman en la hoguera
polvorienta del congreso de los sordos.
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