viernes, 19 de mayo de 2017

La calle me habla callada con sus rumores, 
su tronar de piedras viejas y golpeadas. 
Con un reloj viejo muriendo sin segundos que habitar.
 El eco misterioso amante, el halo de flores sin descubrir,
 la calle me susurró su vida. Embriagada de domingos perpetuos,
 y su risa no se esconde. La calle se viste del día anterior,
 con las mismas pisadas, unas tímidas, otras sudando el trabajo,
 y algunas quizás besándose sin darse cuenta. La calle me habla,
 y yo escucho el Universo vibrar en rotación. 
Pero ella me dice: bésame con las semillas del obrero, 
que quiero alimentar a mis hijos. Era la Tierra roja, llamándome de nuevo.

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